El cineasta cordobés Matías Ferreyra estrena este jueves su ópera prima Una casa con dos perros, un largometraje que navega con inspirado pulso propio entre la cotidiano y lo fantástico y que por ello mereció el premio Fipresci en el último y 37° Festival de Cine Latino de Toulouse y tuvo un elogiado paso por la Competencia Argentina del 26° Bafici desarrollado en abril pasado.

“Hay algo que me inquietaba muchísimo que es esta idea de que las familias pueden ser un lugar peligroso para crecer. Y también el hecho de que la infancia es también dolor, es también crisis, es también desamparo. Todo eso, automáticamente, me llevó a explorar un poco esos temas para mi primera película”, confiesa Ferreyra a Reencuadre sobre las motivaciones que tuvo para encarar el filme que además escribió.

La historia, ambientada en torno a la crisis de diciembre de 2001 y al calor típico de esa época del año, se desarrolla en 98 minutos y tiene un elenco donde descuellan el niño Simón Boquite Bernal (hijo de la bombista, autora y cantante Paola Bernal), Florencia Coll y Maximiliano Grillo (como su madre Nora y su padre Héctor) y Magdalena Combes Tillard (en la piel de la misteriosa abuela Tati propietaria de la casa que recibe al resto de la familia).

El reparto incluye a otros dos pequeños y a Raúl, el solitario primogénito de Tati y hermano mayor de Nora que también mora en el lugar, pero el elenco incluye la sombra de una mascota muerta, uno de los perros a los que alude el título de la obra.

Todos esos personajes no disimulan la incomodidad y los roces por la falta de espacio y el uso de lugares comunes, provocando una atmósfera agobiante que acompaña un relato urdido con detalle y sugerentes toques al combinar elementos mágicos y mundanos.

Guionista de oficio, el creador revela que para delinear Una casa con dos perros “fue muy importante para mí poder participar de un taller internacional que hice en San Antonio de los Baños, en Cuba, que era sobre estructuras narrativas y dramáticas. Ese, un poco, fue el espacio donde empezó a tener forma el proyecto y luego volví a Argentina súper entusiasmado, con ganas de seguir escribiendo.  Entonces para poder darle continuidad a ese proceso me anoté y participé de otro taller y en ese taller es que la conozco a Inés Barrionuevo, quien se convirtió al poco tiempo en la productora de la película”.

– ¿Por qué elegiste el estallido de diciembre de 2001 como telón de fondo para la historia?
– El estallido aparece un poco ya entrado en el proceso de escribir,  donde yo también me doy cuenta que había algo de mi propia experiencia familiar y de mi propia infancia  que era un material vivo muy interesante que a mí también me servía para pensar algunos conceptos. Peor no para construir una película que repusiera esas memorias, sino más bien pensar conceptos sobre lo familiar, sobre la crisis y eso se empezó a filtrar en la vida de los personajes y de pronto empezó a ocupar un lugar dramático importante para los giros dramáticos de la película, para darle más profundidad y más densidad.

– ¿Con qué expectativas llegás al estreno formal y comercial de “Una casa con dos perros”?
– Las expectativas con el estreno de la película son poder lograr que llegue a más lugares, que siga circulando, que genere más conversación, que se encuentre con más espectadores. Esa creo que es la expectativa más importante y quizás la razón por la que también yo hago cine. Y luego también podría ser que me dé la posibilidad de pensar en  seguir produciendo, en filmar otra, en abrir una puerta hacia un proyecto nuevo aunque hoy eso está complicado.

– Al respecto ¿Cuál es tu mirada del presente del cine argentino en un contexto tan complejo?
– La situación general del cine en Argentina me parece que es de mucha incertidumbre y frustración. En menos de dos años la industria cambió rotundamente y prácticamente desapareció, lo que genera urgencia, dolor y también impotencia porque se cayeron nuestros puestos de trabajo y hay muchos amigos que no están filmando desde hace meses, lo equivale a familias sin comer, personas endeudadas, películas que no se van a filmar, películas que han sido desarrolladas durante años que de pronto están paradas.

Entonces lo que estamos viviendo es bastante extremo y negativo al sentirse el desamparo y la orfandad porque el Estado está muy lejos cuando es fundamental para que una industria, y no sólo la industria cinematográfica, crezca y se establezca en un territorio, en un mercado. En Córdoba existe el Polo Audiovisual que sigue funcionando, pero sin el apoyo del Incaa y sin el Estado nacional, se hace muy difícil producir.

– Aún así ¿en qué otros proyectos trabajás?
– Estoy desarrollando una segunda película, Roberto Creciente, otra ficción que también habla sobre un clan familiar compuesto por tres hombres, así que explorando un poco el universo masculino y estoy escribiendo el guion que es lo que necesito para poder encontrar una historia que me guste.

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