Luego de Mauro (2014) y Casa del Teatro (2018), Hernán Rosselli estrena en el Malba Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, una nueva incursión en el conurbano bonaerense que al igual que su opera prima, retrata un mundo al margen de la ley a partir de una familia que se dedica al negocio de la quiniela clandestina.
Se trata de los Felpeto, que se ganan la vida desde siempre con las apuestas ilegales en el Sur de la provincia de Buenos Aires, pero ya sin el pater familia, ahora con su esposa e hija manejando el negocio, la disputa por el territorio y la amenaza ominosa de allanamientos y detenciones, marcan un presente complicado.
Hernán Rosselli habló con Reencuadre sobre su película -que participó de la Quincena de los Cineastas en Cannes y viene recorriendo festivales en todo el mundo-, de cómo se valió de home movies y archivos de la policía, para construir una formidable ficción sobre la supervivencia y la lucha para conseguir dinero a partir de materiales reales y claro, con personajes como “Hugo, que era medio parecido a Al Pacino y ella, una especie de Jane Birkin de Temperley”.
– ¿Qué papel juega el dinero en tu imaginario y como punto de interés para la ficción?
– En principio es un objeto y los objetos son importantes en el cine porque sirven para conectar, como Bogart dando un encendedor para prender un cigarrillo. Para mí plata clandestina me sirve para construir un gran fresco de personajes.
Creo que hay algo en el cine argentino reciente que aborda el tema del dinero, como Los delincuentes de Rodrigo Moreno, Cambio, cambio de Lautaro García Candela, Un movimiento extraño, de Francisco Lezama o las películas de Alejo Moguillansky, es como que hay algo de que el dinero es la convención más importante en la que vivimos, porque en la Argentina vivimos desde hace desde hace décadas una especie de metanarrativa en la que la inflación nos obliga todo el tiempo a desnaturalizar el dinero. Pensar continuamente en que el billete que tenés pierde valor es una locura.
– Tal vez llama la atención como tema en las películas que en el mundo latino hay una especie de pudor con la plata mientras que por ejemplo los sajones, no tiene problema con eso.
– Si, creo que acá hay algo así, muy pequeño burgués o incluso estanciero, un poco con culpa o como con el culo sucio para abordar eso, entonces es mala educación hablar de plata. Pero lo cierto es que el dinero influye en la relación entre padres e hijos, en una pareja, hay un significado más hondo, como de pulsión de vida que está en la plata, es como decía Borges, como una promesa a futuro, porque el dinero puede ser un viaje o cualquier otra cosa. Y ese sentido que se expande hacia otros lugares es lo que me gusta.

– Y al igual que en “Mauro”, volvés al conurbano, que sin duda es tu territorio de interés.
– Sí, creo que ahí hay algo que me interesa de identitariamente, sobre todo de zona sur, de donde soy yo. Pero sobre todo me atrae trabajar con la gente de ahí que son actores que trabajan en café concert, en espectáculos de variedades, se reconocen como trabajadores de la cultura y esa efervescencia es muy como del vínculo con el cine en sus inicios, de la llegada del sonoro.
Y volviendo al dinero, creo que en la provincia la relación entre el dinero y la clandestinidad, el límite de lo legal es difuso, al igual que los límites entre la ciudad y el campo, que está ahí nomás.
– La película tiene como base películas hogareñas y otro tipo de archivos, como los de videos allanamientos de la policía y sobre eso construiste una ficción con actores no profesionales?
– Cuando estaba estrenando Maribel (Felpeto), que terminó siendo la protagonista de Algo nuevo…., me mostró un montón de VHS que Hugo, su papá, filmó a lo largo de 20 años.
Enseguida me sorprendió que era más que películas familiares, era el trabajo de un cineasta amateur, que por ejemplo, se tomaba el trabajo de poner la cámara sobre un trípode o hacía paneos de relación.
Y estaba también la obsesión con la que filmaba, porque registra el noviazgo con Alejandra, que es la otra actriz protagonista, el casamiento, la luna de miel. E incluso, me llamó la atención la presencia de ellos, Hugo, que era medio parecido a Al Pacino y ella, una especie de Jane Birkin de Temperley (risas).
Cuando veo todo eso, pensé que ahí había una película y los quise conocer. Nos reunimos y hablamos de su vida, pero también de películas, generalmente de gánsters, clásicos como El Padrino, Érase una vez en América, Buenos muchachos, por eso surge la idea de la fundación de la familia y un presente en crisis. Y ahí se impone el mundo de la quiniela, que es un mundo que yo conocía porque mi vieja trabajó por un tiempo computando apuestas cuando yo era chico. Todos estos elementos me parecieron ideales para montarlos como una ficción.
– Vos conocías ese mundo pero los protagonistas no.
– No, ellos no tienen nada que ver con el mundo de la quiniela pero igual les propuse hacer nuestra versión de El padrino.
Ahí empieza un proceso muy largo de ensayos con ellos y escritura en paralelo, mientras yo iba editando el material y decidiendo las escenas que deberían suceder en tiempo presente y cuándo ir al pasado. También fui encontrando otros materiales como por ejemplo las escuchas que son escuchas documentales y los allanamientos que aparecen, ese fue el primer material extraño que incorporé a la estructura.
– Cuál es el modelo o qué películas te parecen cercanas a este proyecto?
– Yo creo que hay una influencia del cine contemporáneo en la forma que hago películas, no sé si tanto en el mismo tipo de películas, pero sí hay cosas del cine de Pedro Costa o Albert Serra, de cómo trabajan esos directores con los actores, cómo se las arreglan para encontrar la vuelta sin tener muy claro qué es lo que van a filmar, eso de irlo descubriendo por el rodaje. Creo que eso es lo que más me influencia de lo contemporáneo.
Esto tiene que ver con la idea de que una película no va a ser diferente si vos no la hacés de forma diferente también.
– Y también tomás decisiones, como por ejemplo poner a Maribel como la voz moral del relato.
– En un momento dado Maribel deja de creer y además, se pregunta por su identidad, no es la moral la que determina sus acciones sino que ahí me apoyé en una estructura muy clásica que es la de ir acorralando al personaje hasta que toma una decisión, un Cul-de-sac, un sin salida donde justamente, su salida es irse, como pasaba por ejemplo en una película muy popular como Trainspotting, con el protagonista que se va con la plata de sus amigos.