Como un sitio de cine que al menos por ahora ni siquiera incursiona en las series, hacer una crónica sobre una obra de teatro es raro, casi una blasfemia. Pero la puesta en cuestión es sobre Rocky, un personaje que nos forjó allá en los 70 pero además, porque hicimos Reencuadre para escribir sobre lo que nos canta, qué tanto.

Así que fuimos, vimos y ahora ésta es la nota sobre una noche de glamour con la querida fauna artística local que supimos conseguir y nosotros, que no aportamos nada de elegancia pero aun así estuvimos entre las estrellas y el resto del público invitado.


Un poco de contexto

Hay un pedacito de la cinefilia reservado al recuerdo del premio Oscar a Mejor Película de 1976, que fue para Rocky de John G. Avildsen, lo que fue considerado como una especie de robo a mano armada a Taxi Driver de Martin Scorsese, que venía de ganar nada menos que la Palma de Oro en Cannes. Lo cierto es que antes de que la premiación se convirtiera en un escándalo para la cinefilia, cuentan que cuando uno de los productores de la película de Scorsese vio Rocky, enseguida se dio cuenta de que acababa de ver la película ganadora del Oscar.

Porque la historia del boxeador fracasado que tiene la oportunidad única de alcanzar un sueño que parece imposible, lo tenía todo para atrapar a un público estadounidense lleno de heridas, que no terminaba de tragarse el fiasco de la presidencia de Richard Nixon que tuvo que dimitir por el escándalo de Watergate, ni la derrota en Vietnam, con las imágenes del ejército más poderoso del mundo luchando por un lugar en los helicópteros que evacuaban Saigón.

Rocky no era solamente un canto al sueño americano de aquellos días, era el sueño americano mismo encarnado en Sylvester Stallone, un actor casi desconocido que había incursionado en alguna película porno y tuvo breves apariciones en producciones como Bananas de Woody Allen y la serie Kojak, hasta que tuvo la epifanía de escribir el guion del boxeador golpeado por la vida.

Por caso, incluso actores consagrados como Matt Damon y Ben Affleck hablan aún hoy de Stallone como una inspiración y claro, aunque en su momento la discusión fue ardua, con el tiempo tanto Rocky como Taxi Driver son reivindicadas sin problemas.

Rocky se convirtió en saga y llegó hasta el punto de ver jubilarse al personaje y pasarle el cetro nada menos que al hijo de Apollo Creed (Creed, 2015, Creed II, 2018 y Creed III, 2023), su rival de la primera película.


Aquí, ahora y en el teatro

Varias décadas después del comienzo de esta historia y en un rincón lejano -de Hollywood, se entiende- del Cono Sur, un actor argentino que creció viendo las películas de Rocky, que construyó una trayectoria de alto impacto con productos teatrales que activaron las carteleras de la Avenida Corrientes incluso en momentos de crisis (Tootsie, Una semana, nada más ), hizo la adaptación al teatro de la historia creada por Stallone que llevó decenas de miles de espectadores al cine.

Por supuesto, se trata de Nico Vázquez, que llevaba en su interior la idea de la adaptación y finalmente compró los derechos teatrales de Rocky, un personaje que sin duda sentía que había sido hecho para él, tanto que como decían las abuelas, en sus primeras nupcias además de vestir la camiseta de River en la fiesta, también se calzó los guantes de box mientras sonaba la música de la película compuesta por Bill Conti.

Luego de meses de entrenamiento y ensayos, en este caso vale equiparar una cosa con otra, la titánica tarea de traer al escenario la historia de Rocky llegó al Teatro Lola Membrives del la calle Corrientes, en Buenos Aires, Argentina, América del Sur.

La noche del estreno reunió a lo más granado de la perfumada colonia artística local y de alguna forma logramos estar allí, en donde en principio aportamos nuestra cuota de escepticismo inicial pero luego, poco a poco, nos unimos al fervor de la platea que aprobaba a los gritos ante cada hito del relato ya clásico, que uno por uno se recreaba en el escenario

No vamos a cometer la torpeza de hacer una crítica de una función de estreno para gente allegada y críticos invitados, porque se trata de una noche llena de tensión y más para algo como esta experiencia. Y sí, aunque odiamos este concepto, la verdad no hay otra forma de llamar lo que se ve en la obra.

Rocky en teatro es la transposición exacta de la película, así que el público sabe exactamente lo que va a ver, no hay suspenso, todos sabemos que Rocky Balboa va perder esta pelea pero va a terminar de pie, todos sabemos que Rocky y Adrian (Dai Fernández) terminarán juntos. Así que todos estamos erizados desde el primer segundo cuando reconocemos la Philadelfia de 1976 y una vez que la puesta encuentra su pulso, repetimos las frases icónicas, aplaudimos cuando suena la música de Conti -que ganó el Oscar con el tema principal-; también pensamos que Rocky merece subirse a esa propuesta casi cruel de pelear con «El Semental Italiano» (dicho con sorna y falta de respeto por Apollo Creed) y cumplir su sueño, pese a ser un rústico en el boxeo pero con un corazón tan enorme como su ambición de ser alguien.

Las escenografías van y vienen gracias a la magia de los tramoyistas, Nico Vázquez aparece entrenando en pantalla gigante, hay una puesta que combina pantallas y monitores y cuando llega a la pelea final, todo se encamina para avanzar hasta el round 15. Y al igual que el resto de la platea, quedamos Knockout (nos teníamos que dar el gusto de poner el término en algún párrafo) con el final apoteótico.

Es cierto que todo parece raro y quijotesco en eso de ver actores de acá jugando a ser parte de un universo de ficción anclado en otra época y a miles de kilómetros de del centro porteño, pero sin duda se trata de la magia que se despliega desde las tablas.

Podríamos ahondar en las bondades del elenco que rodea a Vázquez, que sin duda hacen los suyo con solvencia, pero la verdad es que todos son llevados por esta especie de Tom Cruise de la Avenida Corrientes -por su sentido del espectáculo y la cruzada en la que está el actor norteamericano por motorizar proyectos cuasi imposibles -, que convenció a productores para hacer una inversión a todas luces enorme y lograr que el público entre en el juego de creer que Rocky está acá mismo, a la vuelta de cualquier la esquina porteña.

ROCKY
De Thomas Meehan y Sylvester Stallone (libro), Stephen Flaherty (música) y Lynn Ahrens (letras). Versión: Fernando Mallorens y Federico González del Pino. Directores: Nicolás Vázquez y Mariano Demaría. Elenco: Nicolás Vázquez, Dai Fernández, David Masajnik, Leo Trento, Diego Hodara, Mercedes Oviedo, Gustavo Monje, Merlyn Nouel, Osky Vidal, Georgina Tirotta, Christian Giménez, Juan Mateo Halle y Alan Grinstein. Escenografía y Multimedia: Tato Fernández. Ambientación: Florencia González. Iluminación: Santiago Cámara. Vestuario: Caro Fernández y Mechi Saladino. Sala: Teatro Lola Membrives (Av. Corrientes 1280). Funciones: jueves a las 20.30, viernes a las 21.30, sábados a las 19 y 21.30 y domingos a las 19. Duración: 100 minutos. 

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